Buenos días mis queridos pacientes y asociados de todo tipo y condición. Bienvenidos al club de #SanosySabios#, donde nos cuidamos y aprendemos a cuidarnos.
Hoy empiezo el blog mensual de #SanosySabios# con dos preguntas aparentemente inocentes y que parece que no tienen relación. Pero tienen y mucha más de lo que nos gustaría admitir.
Ya sabéis que no me gusta ser tremendista, ni generar miedos injustificados y que prefiero buscar la parte positiva de todo. Pero a veces, hay que indagar en lo negativo que nos rodea para sacar la información necesaria para protegernos y convertir en positivo aquellas posibles amenazas que nos rodean.
«La información es poder»
Esta frase ha salido en multitud de películas, de libros, de debates, de eslóganes publicitarios y no por ello, es menos verdad. Si tenemos información seria y contrastada de cualquier tema y más si está relacionada con nuestra salud, seremos capaces de tomar las mejores decisiones para nuestra salud y la de nuestros seres queridos.
Pero para tomar estas decisiones hace falta disponer del criterio suficiente para elegir lo más saludable para nosotros.
¿Qué coste tienen para nuestra salud los envases de comida precocinada, perfumes, tampones, compresas, pastas de dientes, cremas o jabones que usamos regularmente?
El posible daño de estos productos de uso cotidiano viene de la mano de una serie de sustancias químicas como los bisfenoles, parabenos, triclosán, ftalatos y un largo etcétera que son invisibles al ojo humano.
Con la aparición de los plásticos para envoltorios y envases de alimentos, los conservantes y aditivos de productos de higiene o los saborizantes o estabilizantes de uso alimentario nos hemos visto expuestos o sobreexpuestos a estas sustancias de origen industrial con la excusa de que era inocuo para nuestra salud y que nos protegía de posibles peligros, evitando que se estropearan.
La parte negativa, que no nos han contado, es que las sustancias químicas arriba mencionadas se consideran disruptoras endocrinas. Esto implica que si entran en nuestro cuerpo a través de la comida o el agua (ingesta), la piel (absorción cutánea) o el aire (respiración) pueden alterar nuestro sistema productor de hormonas, también conocido como sistema endocrino.
¿Qué es un disruptor endocrino?
El término “disruptor” (perturbador, interruptor) endocrino, tomado del inglés endocrine disrupting chemicals, constituye una palabra muy utilizada, y se emplea para definir un conjunto diverso y heterogéneo de compuestos químicos capaces de alterar el equilibrio hormonal y ser capaces de tener efectos adversos sobre la salud de un organismo o de su progenie.
En otras palabras, de acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, un disruptor endocrino se trataría de “un agente que interfiere con la síntesis, secreción, transporte, unión o eliminación de hormonas naturales presentes en el organismo que son responsables del mantenimiento de la homeostasis, la reproducción, el desarrollo y/o el comportamiento.
En el artículo (abajo referido) se ven todas los posibles efectos descritos de los disruptores endocrinos sobre nuestra salud.
(Una revisión sobre los disruptores endocrinos y su posible impacto sobre la salud de los humanos. Manuel Pombo Arias, Lidia Castro-Feijóo, Jesús Barreiro Conde, Paloma Cabanas Rodríguez. Unidad de Endocrinología Pediátrica y Crecimiento. Departamento de Pediatría. Hospital Clínico Universitario. Universidad de Santiago de Compostela. Santiago de Compostela, A Coruña. 2020).
En este artículo queda demostrado que somos más vulnerables cuanto más jóvenes somos, al tener un sistema endocrino e inmune algo inmaduro todavía. Por eso los mecanismos de protección deben ir dirigidos a la población más joven y más vulnerable para evitar consecuencias desastrosas como las descritas en la imagen de arriba.
Una vez disponemos de la información de donde están los disruptores endocrinos y donde actúan preferentemente deberemos actuar en consecuencia y tomar conciencia y difundir esta información.
Y ahí viene la parte más importante y trascendental. Porque si lo hacemos bien, seremos capaces de cambiar las tendencias del sacrosanto «mercado» global que parece que va a la suya y que nos manipula. Pero somos nosotros los consumidores al decidir que compramos o que no, los que tenemos el poder de cambiar las decisiones de las grandes multinacionales sobre lo que deben fabricar o no.
El «mercado» sólo se rige por la ley de la oferta y de la demanda. Si nosotros demandamos productos que no nos perjudiquen, dejarán de venderse los potencialmente dañinos y esas grandes empresas perderán dinero y entonces cambiarán su estrategia para vendernos lo que el consumidor demanda.
Con estas noticias un poco más tochas de lo habitual, espero haberos dado en que pensar para que cambiéis vuestros hábitos de compra y de limpieza personal y del hogar y de alimentación por otros productos que no contengan estos agentes y así obligar al «mercado» a darnos lo que nos merecemos.
Tú tienes la capacidad de cambiarlo, eligiendo lo que consumes.
Que la salud y la sabiduría os acompañen. Hasta la próxima y os dejo a solas con vuestra conciencia para que toméis las mejores decisiones.
